En la religión romana había tres tipos de culto bien diferenciados: el culto popular, el culto familiar y el culto público.
- El culto popular:
El culto popular era, básicamente, un culto agrario; en sus orígenes era un culto de los primitivos plebeyos de Roma. Ceres era la diosa que gozaba de mayor favor; en su honor se instituían y se celebraban sacrificios y rituales, a fin de asegurarse cosechas prósperas.
Esclavos e individuos de las capas bajas de la sociedad profesaban culto a los lares compitales, esto es, divinidades de los caminos y encrucijadas.
-El culto familiar:
La importancia que la familia tuvo en Roma se reflejaba en la religión. Se decía, incluso, que, en Roma, cada casa era un templo. Si el culto popular era en sus orígenes propio de los plebeyos, el familiar era de los patricios. Estos rituales no eran homogéneos; cada familia podía organizarlos de forma diferente, dentro de unas orientaciones básicas comunes. El paterfamilias era el ministro oficiante.
Tres son las direcciones en las que se orientaban estas prácticas religiosas de tipo familiar: el culto a los antepasados, el culto al hogar y el culto a los muertos.
* El culto a los antepasados se concentraba en torno al fundador de la gens, la familia o estirpe patricia.
* El culto al hogar era un buen exponente del amor del romano por su casa. Todos los miembros de una familia tenían sus divinidades protectoras.
- El lar familiar, genio fundador del hogar, protegía a todos los que vivían en la casa.
-Los penates, etimológicamente ‘divinidades de la despensa’, eran los encargados de asegurar el sustento cotidiano de los miembros de la familia.
* El culto a los muertos, tal vez etrusco, tuvo una gran influencia entre los romanos. Sus almas podían ser nocivas para la familia, por eso era necesario aplacarlas. Los manes eran los espíritus de los antepasados.
- El culto público:
Los rituales básicos de la religión romana eran la plegaria y el sacrificio.
El romano concentraba toda su energía en realizar las operaciones rituales de forma un tanto rutinaria y exacta. El temor era el único sentimiento que afloraba; miedo a confundirse, miedo a no saber correctamente las fórmulas, miedo a pasar por alto alguna ceremonia del ritual.
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